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Cuarto de Guerra

El rostro de un gobierno cercano y transformador

Por: Alejandro García Rueda

En Boca del Río, Veracruz, no solo se presentó un informe: se vivió un ejercicio de gobierno abierto, donde la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, apostó por hablar cara a cara con la gente. La decisión de realizarlo en el Estadio Beto Ávila y no en un recinto cerrado envía un mensaje político directo: el poder debe estar a la vista de todos, no detrás de puertas cerradas.

El evento tuvo cifras claras y mensajes simbólicos. Más de 13 millones de personas salieron de la pobreza, el salario mínimo creció 135% en términos reales, 2.6 millones de veracruzanos reciben programas sociales y la inversión en salud, vivienda y educación alcanzó niveles históricos. Estos números generan credibilidad, pero también apelan a la emoción: son historias de familias que hoy respiran con más tranquilidad.

El informe mostró un estilo distinto. No se trató de un discurso frío ni de un ritual de élite, sino de un acto público que buscó convertir la rendición de cuentas en un puente de confianza. Esa cercanía tiene un efecto psicológico claro: cuando el poder se deja ver, la gente se siente incluida, reconocida y escuchada.

Veracruz, con su peso histórico y simbólico, no fue una elección casual. Aquí, la presidenta habló del llamado “Segundo Piso de la Transformación”: atender primero a quienes menos tienen, ejercer austeridad sin perder rumbo social y fortalecer el vínculo directo entre ciudadanía y gobierno. La idea central fue sencilla, pero contundente: la política debe servir para mejorar la vida cotidiana, no para alimentar privilegios.

Los resultados expuestos en materia de seguridad, energía y salud también marcaron diferencia. Se destacó la baja sostenida en delitos de alto impacto en varias regiones del país, la inversión en energías limpias con proyectos estratégicos como la planta solar en Sonora, y la ampliación de infraestructura hospitalaria. Estos logros transmiten un mensaje concreto: la transformación no es solo económica, también busca garantizar seguridad, salud y futuro a las próximas generaciones.

La dimensión social de los programas de bienestar refuerza la narrativa de inclusión. Adultos mayores con pensiones, jóvenes con becas y familias con apoyos directos son cifras que se convierten en rostros. Cada dato presentado tiene detrás una historia de dignidad recuperada, lo que conecta emocionalmente con la población y fortalece la percepción de un gobierno que cumple.

Otro punto relevante fue el énfasis en la soberanía nacional y la independencia económica. Al destacar proyectos como el rescate de Pemex y CFE, Sheinbaum envió un mensaje político: México apuesta por un modelo que protege sus recursos estratégicos frente a intereses externos. Este discurso conecta con un anclaje emocional profundo: la idea de defender lo nuestro, de que la riqueza nacional se quede en manos del pueblo.

El trasfondo es evidente: México cambió de dirección en 2018, y hoy el reto es sostener ese rumbo con estabilidad y resultados. Sheinbaum apuesta por un equilibrio entre técnica y cercanía, entre datos duros y emociones colectivas, entre logros comprobables y símbolos que refuercen la confianza social.

Más que un acto de propaganda, lo ocurrido en Boca del Río funcionó como un termómetro del vínculo entre gobierno y ciudadanía. El estadio lleno, los aplausos y la interacción directa muestran que la rendición de cuentas también es un acto de legitimidad emocional. Al final, la señal es clara: cuando la gente siente que el poder le pertenece, la esperanza se convierte en fuerza política real.

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